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Trabajadoras sexuales prefieren la clandestinidad en sus vidas azarosas

martes, 24 de enero de 20120 comentarios

Venden su cuerpo, sufren golpes y abusos, pero ninguna reclama. Han aprendido que no le importan a nadie. Hoy, cuando el proyecto de una Zona de Tolerancia se presenta como una opción de seguridad, las trabajadoras sexuales alzan la voz: prefieren la clandestinidad. ¿Por qué? Sus vidas hablan por ellas.

Cuando Violeta (nombre ficticio) empezó a acostarse con hombres por dinero, tenía 13 años. Era una morena de piel azabache, alta y espigada. En ese entonces, la idea le pareció atractiva: así dejaría la casa donde habitaba con la tía en Haina, y de paso obtendría los pesos suficientes para comprar ropa y maquillaje. Para ser linda. Sería como la vecina, que siempre andaba muy arreglada -"vistiendo bonito, bien preparadita y con chancleta nueva"-, o como la misma tía, a la que le debía el techo y una negligencia galopante.

Volver con la madre no era posible: había partido a Baní con su último novio. Del padre, mejor ni hablar: de sus maltratos, justamente, había huido. Por eso, cuando Violeta empezó a acostarse con hombres por dinero, creyó que escapaba. Nadie le advirtió de los peligros y dificultades. Ni la vecina, que la contactó con el negocio, ni el dueño del mismo. Sus compañeras, que la veían inexperta, le enseñaron a exigir condón a los clientes y a cobrar una cuota menos miserable de la que entonces pedía.Ninguna, sin embargo, le enseñó a prepararse para lo que vendría.

Violeta sería golpeada, violada y amenazada de muerte poco después de cumplir 18 años. Quiénes sonDentro de las fronteras de República Dominicana se estima que hay entre 50 y 72 mil trabajadoras sexuales. Es un número incierto y difícil de calcular. "No se puede hablar de una cifra exacta porque hay mucha movilidad", explica Santo Rosario, director ejecutivo del Centro de Orientación e Investigación Integral (COIN).

Según la Encuesta de Vigilancia de Copresida (2008), alrededor de la mitad de las trabajadoras sexuales se inició antes de los 18 años. La Encuesta de Vigilancia de USAID (2004) detalla que un 24% de las trabajadoras sexuales menores de 18 años tuvo su primer intercambio de sexo por dinero antes de cumplir 15 años de edad.

"En su mayoría, son muy pobres. Más de un 30% viene de zonas francas donde pagan salarios muy mínimos", explica Santo Rosario. "Algunas llegan del trabajo doméstico, y otro sector viene de un marido abusador que la embaraza y no mantiene a los hijos".

El mismo estudio de Copresida señala que por encima del 60% de las trabajadoras sexuales de Santo Domingo, Santiago, Barahona y La Altagracia no ha completado la secundaria. Muchas de ellas no saben leer ni escribir."La mujer dominicana no hace el trabajo sexual porque le gusta. Es un medio para alcanzar un fin, y es bueno que la sociedad dominicana entienda eso. El fin es mantener sus hijos, o su mamá, o sus familiares", resume Rosario.

De abuso y esperanza

La legislación nacional no prohíbe el trabajo sexual, pero la actividad se ha mantenido en la clandestinidad por el estigma social y los abusos asociados.

Las que ejercen deben aguantar golpes de clientes que muchas veces no quieren pagar o les exigen usar drogas, la explotación de parte de los dueños de los negocios, y los atropellos policiales:"La policía viola a las compañeras y les quita el dinero. Si ellas no tienen un policía amigo al que le den el servicio gratis, no las dejan trabajar", cuenta Jacqueline Montero, regidora de Haina y presidenta del Movimiento de Mujeres Unidas (MODEMU).

Nadie las protege: "Cuando una trabajadora sexual es violada y va al destacamento, se ríen y no le toman la denuncia. Entienden que no puede ser violada porque es un objeto sexual del que quiera".En su oficina de MODEMU, en la capital, el calor se estanca.

Hay que traer un abanico para volver el aire respirable. Jacqueline sabe de lo que habla, y se ha convertido en una heroína para muchas trabajadoras. Entre las entrevistadas, su nombre surge espontáneamente. "Es un ejemplo de que se puede salir", dicen. Nacida en San Juan de la Maguana hace 42 años, su historia de vida representa a muchas:

Abusada sexualmente a los 9 años por un militar de la familia, aguantó hasta que abandonó la casa a los 14 años. Un año más tarde, se casó con un hombre que la golpeaba. Cuando se atrevió a dejarlo, la necesidad la llevó al trabajo sexual."Busqué trabajo muchas veces con mi diploma. Un día fui a un salón de belleza, y cuando llegué había una rubia postulando conmigo. De una vez la eligieron. Ni siquiera miraron los papeles", cuenta.

"En el negocio sexual no te piden nada. Por eso es mas fácil entrar". Ejercerlo fue más difícil: asegura que fue violada en diferentes ocasiones por motoristas y clientes, e incluso por cuatro hombres a la vez.La historia cambia de color cuando Jacqueline se titula de enfermera, entra a COIN y luego a MODEMU. Entonces, hace 12 años, dejó el trabajo sexual "antes de que el trabajo me dejara a mí". ¿Cómo es eso? "Los hombres están buscando jovencitas. Si tienes 30 años, pareces la mamá de tus compañeras".

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