Periodismo y compromiso político

En todas las latitudes del planeta ha sido tema de discusión lo compatible o no del periodismo con la política. Sin embargo, una cosa y la otra van de la mano. El periodismo, como la historia, sirve para reflejar los acontecimientos de la humanidad, teniendo como norte la verdad.

El periodista, el historiador, abogado, médico, ingeniero o cualquier otro profesional, tienen derecho a defender sus ideas políticas, a buscar formas democráticas de gobernar con el fin de transformar la sociedad e ir mejorando la especie humana.

Más aún en nuestros días, cuando se percibe un deterioro de las relaciones entre los individuos, la pérdida de valores y lo que parece validación de todo tipo de degeneración, un fenómeno universal que nos arropa, y cuyo único freno estaría en que cada individuo asuma su responsabilidad, como ente humano que aspira a una vida sana y de progreso.

Un buen gobierno es compatible con un ejercicio periodístico elegante, decente, capaz y no contaminado con el síndrome de Watergate. Del mismo modo, el ejercicio de la política, desde el poder, tiene que avanzar hacia la creación de un clima democrático, de respeto a los derechos de las personas, principalmente el que tiene la gente a estar bien informada. Eso es posible con gobernantes democráticos, plurales, que estén conscientes del papel que juegan los medios de comunicación de ofrecer información objetiva y sin manipulación respecto de los actos de los servidores públicos.

Un buen gobierno y un buen periodismo van de la mano, reitero. El periodista, por su condición, no puede renunciar a un derecho como es el de defender sus ideas políticas y, si así lo decide, militar en un partido político. ¿Por qué si los ingenieros, médicos, abogados, sociólogos, arquitectos, etc., militan en los partidos, el periodista no podría hacerlo? Es actuar con seriedad y responsabilidad el que lo hace, distinto al que se disfraza de independiente sin serlo, reflejando ser tendencioso en el manejo de las informaciones.

Se puede logar una convivencia armoniosa entre el ejercicio del periodismo, la militancia partidaria o la defensa de un proyecto político, tal como ocurre con otros profesionales. Lo que es censurable en un periodista es que haga propaganda política a expensa de la verdad; o que haga “análisis” en base a falsedad para confundir a los receptores de sus mensajes; tampoco titular las informaciones de su diario de manera tendenciosa. La verdad y el bien común son el norte de un periodista. Es tan reprochable aquel periodista que abandona su misión, como aquel que valiéndose de su poder o posición en un medio de comunicación desinforma para acomodarlo a sus ideas partidarias. Al público hay que respetarlo, servirle la información y dejarlo que se haga su propio juicio.

Un periodista militante no debe, tampoco, confundir su rol cuando está en una sala de redacción. No puede suplantar la información por ajustes de cuentas personales o de intereses ajenos a los periodísticos; no debe haber confusión entre los intereses informativos y empresariales. Pero más que nada, sirve para un periodista o cualquier profesional, la humildad. El ego, insisto, sería sano y conveniente amarrarlo con cables de acero con el fin de no jugar el rol de actores.


El ego, si no se controla, nos puede llevar a ser Policía, militar, juez, Presidente, médico y un sinnúmero de roles a los cuales no estamos llamados. Concluyo con una cita del columnista británico Hugo Young, que sobre ese particular dijo lo siguiente: "Es importante para los periodistas reconocer sus límites. Al final no somos actores, y no debemos aspirar a serlo. Nosotros no somos responsables de las acciones…La crítica tiene su papel en una democracia, pero nosotros no tenemos el compromiso de conseguir resultados”.

Arsenio Cruz